JUEVES SANTO

Jueves Santo es una festividad cristiana que se celebra el jueves antes del Domingo de Resurrección. Es parte de la Semana Santa, que conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

En este día, los cristianos recuerdan la Última Cena de Jesús con sus discípulos, durante la cual instituyó el sacramento de la Eucaristía y lavó los pies de sus seguidores como un acto de humildad y servicio.

En algunas iglesias, se celebra la Misa de la Cena del Señor en la que se recuerda la Última Cena, se realiza la ceremonia del lavatorio de pies y se adora el Santísimo Sacramento.

Después de la Misa, el altar es despojado de todos sus ornamentos y se apagan las luces en señal de duelo por la pasión y muerte de Cristo.

Jueves Santo es un día importante en la liturgia católica y es un tiempo de reflexión y meditación sobre el amor y la entrega de Jesús a la humanidad.


LECTURAS DEL JUEVES SANTO


PRIMERA LECTURA


Yavé dijo a Moisés y a Aarón, en el país de Egipto: 2 «Este mes será para ustedes el comienzo de los meses, el primero de los meses del año.

Hablen a la comunidad de Israel y díganle: El día décimo de este mes tome cada uno un cordero por familia, un cordero por casa.  Pero, si la familia es demasiado pequeña para consumir el cordero, se pondrá de acuerdo con el vecino más cercano, según el número de personas y conforme a lo que cada cual pueda comer.

Ustedes escogerán un corderito sin defecto, macho, nacido en el año. En lugar de un cordero podrán tomar también un cabrito.

Ustedes lo reservarán hasta el día catorce de este mes. Entonces toda la comunidad de Israel lo sacrificará al anochecer.  En cada casa en que lo coman ustedes tomarán de su sangre para untar los postes y la parte superior de la puerta.

Esa misma noche comerán la carne asada al fuego; la comerán con panes sin levadura y con verduras amargas.

Y comerán así: ceñidos con el cinturón, las sandalias en los pies y el bastón en la mano. Ustedes no se demorarán en comerlo: es una pascua en honor de Yavé.

Durante esa noche, yo recorreré el país de Egipto y daré muerte a todos los primogénitos de Egipto, tanto de los egipcios como de sus animales; y demostraré a todos los dioses de Egipto quién soy yo, Yavé.  En las casas donde están ustedes la sangre tendrá valor de señal: al ver esta sangre, yo pasaré de largo, y la plaga no los alcanzará mientras golpeo a Egipto.

Ustedes harán recuerdo de este día año tras año, y lo celebrarán con una fiesta en honor a Yavé. Este rito es para siempre: los descendientes de ustedes no dejarán de celebrar este día.



SALMO


R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo 


El Señor no nos olvida, nos bendecirá:  bendecirá a la casa de Israel, bendecirá a la casa de Aarón, bendecirá a los que temen al Señor, tanto a los pequeños como a los grandes.


¡Que el Señor los bendiga, el que hizo los cielos y la tierra! Los cielos son la morada del Señor, mas dio la tierra a los hijos de Adán.


No son los muertos los que alaban al Señor, ni todos los que bajan al Silencio, mas nosotros, los vivos, bendecimos al Señor desde ahora y para siempre.



SEGUNDA LECTURA


Yo he recibido del Señor lo que a mi vez les he transmitido. El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan  y, después de dar gracias, lo partió diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía.»  De igual manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en memoria mía.»

Fíjense bien: cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están proclamando la muerte del Señor hasta que venga.



EVANGELIO


Antes de la fiesta de Pas cua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, co mo había amado a los suyos que que daban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Jesús lava los pies a sus discípulos

Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle.  Jesús, por su parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía.  En tonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura.  Echó agua en un re cipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos, y luego se los secaba con la toalla que se había atado.

Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?»  Jesús le contestó: «Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo com prenderás más tarde.»  Pedro replicó: «Jamás me lavarás los pies.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo.»  Entonces Pedro le dijo: «Señor, lávame no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»

Jesús le dijo: «El que se ha bañado está completamente limpio y le basta lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos.»  Jesús sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos ustedes están limpios.»

Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que he hecho con ustedes?  Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy.  Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.  Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo.