DIA 16

EL ESPIRITU SANTO ES OMNIPRESENTE

El Espiritu Santo es omnipresente


HOY VAMOS A considerar brevemente uno de los atributos (características) de Dios. Las tres “grandes O” son su omnipotencia: que Él es todopoderoso; su omnisciencia: que Él conoce todo; su omnipresencia: que está en todas partes. En uno de los salmos más maravillosos—a los que hice referencia anteriormente—David dijo: ¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí. Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí tu mano me guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha! —SALMOS 139:7-10 Cuando decimos que Dios es omnipresente, queremos decir que no hay ningún lugar donde no este Dios, en toda la creación, en los cielos y la Tierra. Su gloria llena el universo. “¿Podrá el hombre hallar un escondite donde yo no pueda encontrarlo?—afirma el Señor—. ¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra?—afirma el Señor—” (Jeremías 23:24). Es imposible escapar de la presencia de Dios. “Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos” (Proverbios 15:3). “Los ojos de Dios ven los caminos del hombre; él vigila cada uno de sus pasos. No hay lugares oscuros ni sombras profundas que puedan esconder a los malhechores [ . . . ] No tiene que indagar para derrocar a los poderosos y sustituirlos por otros. Dios toma nota de todo lo que hacen” (Job 34: por la noche los derroca, y quedan aplastados; 21-25). Jonás tontamente pensó que podía “huir de la presencia de Jehová a Tarsis” (Jonás 1:3, RVR 1960). Pero descubrió que esto era imposible. Dios estaba presente en el barco en el que navegaba. Dios estaba presente en la tormenta que causó pánico entre los marineros. Y Jonás descubrió que Dios estaba presente en el vientre del pez cuando persuadió a los marineros a que lo echaran al mar, donde oró con todo su corazón, y el Señor lo escuchó (Jonás 1:15-2:10).


No obstante, hay dos maneras en las que la presencia de Dios puede ser conocida: primero, su omnipresencia, que puede ser inconsciente para nosotros. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos [ . . . ] Dios ha plantado en los cielos un pabellón para el sol. Y éste, como novio que sale de la cámara nupcial, se apresta, cual atleta, a recorrer el camino. Sale de un extremo de los cielos y, en su recorrido, llega al otro extremo, sin que nada se libre de su calor” (Salmos 19:1, 4-6). Según Pablo, la misma creación habla a toda la humanidad para mostrar la gloria de Dios y para exponer la hipocresía del hombre. “Me explico: lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la Creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa” (Romanos 1:19-20). Al predicar en Atenas, Pablo afirmó que Dios les da a todos los hombres vida y aliento “para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros” (Hechos 17:27).


La segunda manera es la presencia manifiesta de Dios, que se puede reconocer de inmediato. Su presencia manifiesta viene a personas y lugares específicos por la soberana voluntad de Dios. Aunque la presencia inconsciente de Dios no es reconocible al principio, su presencia manifiesta puede ser vista y sentida por su efecto. Puede resultar en convicción de pecado (Isaías 6:5), lo milagroso, algunas veces llamado una presencia sanadora (Lucas 5:17-26) y gozo (Hechos 13:52). El apóstol Juan estaba “en el Espíritu” y vio una visión del Señor glorificado y dijo: “Al verlo, caí a sus pies como muerto” (Apocalipsis 1:17). Dicho lo cual, tristemente están los que podrían estar presentes físicamente cuando Dios se está manifestando poderosamente, pero que están tan ciegos o prejuiciados que se pierden al Espíritu Santo completamente.


No obstante, hay momentos en los que Dios promete estar presente, y deben ser tomados por fe. Jesús dijo: “Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Esta es una palabra que es tomada por fe. Quizá no sintamos su presencia, pero sabemos que Él está allí porque Jesús lo dijo. De igual manera cuando estamos en una prueba severa. Dios dijo: “Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo” (Isaías 43:2). “Porque lo dice el excelso y sublime, el que vive para siempre, cuyo nombre es santo: «Yo habito en un lugar santo y sublime, pero también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y alentar el corazón de los quebrantados” (Isaías 57:15).


Debemos estar igualmente agradecidos por la omnipresencia del Señor y su presencia manifiesta especial. Él está en todos lados sea que lo creamos o no. Pero cuando la Palabra de Dios dice que Él está con nosotros, siempre es una referencia al Espíritu Santo, ¡y cuán agradecidos estamos por Él!