evangelio octubre 4 de oraciones para tu alma

Primera lectura


Comienzo de la profecía de Jonás 1,1–2,1.11


La palabra de Yavé fue dirigida a Jonás, hijo de Amittay, en estos términos: «Levántate, vete a Nínive, la ciudad grande, y predica contra ellos, porque su maldad ha subido hasta mí.» Se levantó Jonás, pero fue para huir a Tarsis, lejos de la presencia de Yavé. Descendió a Jafa, donde encontró un barco que salía para Tarsis, pagó su pasaje y se embarcó para irse con ellos a Tarsis, lejos del rostro de Yavé.

Pero Yavé envió un fuerte viento sobre el mar, causando una tempestad tan grande que el barco amenazaba hundirse. Los marineros tuvieron miedo y cada uno invocaba a su Dios. Después echaron la carga del barco al mar para sacarle peso. Jonás, mientras tanto, había bajado al fondo del barco para tomar descanso, y dormía profundamente. El capitán se acercó a él y le dijo: «¿Cómo estás durmiendo? Levántate, invoca a tu Dios, quizá se acuerde de nosotros y no pereceremos.»

Después se dijeron unos a otros: «Echemos suertes para saber quién nos trajo ese mal.» Echaron suertes y la suerte cayó en Jonás. Entonces le dijeron: «Tiene que ha ber un causante de nuestra desgracia; enséñanos, pues, cuál es tu oficio y de dónde vienes. ¿Cuál es tu país y de qué pueblo eres?» Entonces empezó a decirles: «Soy hebreo y temo a Yavé, Dios del Cielo, que hizo el mar y los continentes....»

Aquellos hombres tuvieron gran miedo y le dijeron: «¿Qué es lo que has hecho?» Pues ahora esos hombres sabían que huía de la presencia de Yavé. Le dijeron: «¿Qué haremos contigo para que se calme el mar?» Pues el mar se embravecía.


Palabra de Dios.


Salmo


Sal. 2,3.4.5.8

R/. Tú, Señor, me sacaste vivo de la fosa


Invoqué al Señor en mi desgracia y me escuchó; desde lo hondo del Abismo pedí auxilio y escuchaste mi llamada. R./


Me arrojaste a las profundidades de alta mar, las corrientes me rodeaban, todas tus olas y oleajes se echaron sobre mí. R./


Me dije: «Expulsado de tu presencia, ¿cuándo volveré a contemplar tu santa morada?». R./


Cuando ya desfallecía mi ánimo, me acordé del Señor; y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santa morada. R./




Evangelio del día


Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,25-37


Un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo: «Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?» El hombre contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Jesús le dijo: «¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.» El otro, que quería justificar su pregunta, replicó: «¿Y quién es mi prójimo?»

Jesús empezó a decir: «Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto.

Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vió, dio un rodeo y siguió. Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, dio un rodeo y pasó de largo.

Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio, pero éste se compadeció de él.

Se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó; después lo montó sobre el animal que traía, lo condujo a una posada y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas y se las dio al posadero diciéndole: «Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta.»

Jesús entonces le preguntó: «Según tu parecer, ¿cuál de estos tres se hizo el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?» El maestro de la Ley contestó: «El que se mostró compasivo con él.» Y Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo.»


Palabra del Señor.



Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.

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REFLEXION


A veces podemos dar por buenas ciertas escusas en el actuar, intentemos no caer en ellas. Hoy, en mi situación concreta: ¿quién es nuestro prójimo?

En resumen, es toda persona que necesite nuestra ayuda, comprensión, agradecimiento y colaboración. Quedémonos con la respuesta correcta a la última pregunta de Jesús y el envío que Él nos hace: “Vete y haz tu lo mismo”.


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