DIA 2

EL ESPIRITU SANTO ES UNA PERSONA

EL ESPIRITU SANTO ES UNA PERSONA


La SEGUNDA VERDAD más importante acerca del Espíritu Santo es que Él es una persona de la Trinidad. Jesús nos dijo que nos bautizáramos en “el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Pablo cerró una de sus cartas con esta bendición: “Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes” (2 Corintios 13:14). Pedro comenzó su primera carta con las palabras “según la previsión de Dios el Padre, mediante la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser redimidos por su sangre” (1 Pedro 1:2).


A principios del segundo siglo, Tertuliano (c. 160-c. 225) acuñó una frase en latín: trinitas, de donde obtenemos la palabra trinidad. También se refirió al


Padre, Hijo y Espíritu Santo como personas; por lo que la iglesia se refirió así a las personas de la Deidad. La doctrina de la Trinidad ha sido la enseñanza ortodoxa de la iglesia cristiana durante dos mil años. ¡No trate de entender esta enseñanza! Solo créala. No trate de entender la electricidad; solamente úsela. La Trinidad nos es dada no para entenderla plenamente, sino para creerla plenamente.


Por lo tanto, Trinidad es una palabra que no trata de explicar, sino meramente identificar las personas de la Deidad. Dicho lo cual, el Padre y el Hijo son vistos como “Él”. También el Espíritu Santo debe ser entendido como “Él”. Es triste que la versión King James de la Biblia en inglés se refiera al Espíritu Santo como “eso” en Romanos 8:26: “el Espíritu (eso) mismo”


Las versionesmodernas lo han corregido traduciendo el griego “el Espíritu mismo”.


Jesús se refirió al Espíritu Santo como “él” (Juan 14:16; 16:8) y lo presenta como allon parakletos; siendo la traducción literal del griego “otro [allon] que viene a su lado [parakletos]”. Es imposible traducir parakletos con una sola palabra, aunque ha sido traducido de diferentes maneras como “consolador”, “defensor”, “abogado” o “ayudador”. Todos estos conceptos describen exactamente lo que Jesús era; Él era la persona que había venido a un lado de los doce por unos tres años. Los discípulos conocían a Jesús en un nivel natural.


Sabían como era; conocían el color de sus ojos, el sonido de su voz. Había sido físicamente real para ellos durante esos tres años; lo vieron, lo escucharon y lo tocaron (1 Juan 1:1). Jesús era una persona real.


Aunque invisible para nosotros, el Espíritu Santo igualmente es una persona real.


Por lo tanto, jamás piense en el Espíritu Santo como un “eso”, una “actitud” o una “influencia”. Él es una persona y tiene maneras bastante definidas. Llámele a esas maneras peculiares, excéntricas o únicas, si así lo quiere, pero Él tiene sus maneras. Quizá no le gusten sus maneras. Pero, ¡acéptelo y siga adelante! ¡Él es el único Espíritu Santo que usted tiene! Él no se va a ajustar a usted; usted tiene que ajustarse a Él.


El Espíritu Santo mismo habló del antiguo Israel que no conocía los “caminos” de Dios (Hebreos 3:7-10)


Dios fue agraviado porque su propio pueblo de su pacto no conoció sus caminos. Deberían haberlos conocido. Pero no los conocieron. Dios tiene sus propios “caminos” y quiere que nosotros los conozcamos. Y así también es con respecto a la persona del Espíritu Santo.


Quiere que conozcamos sus caminos. Como veremos más adelante, el Espíritu puede ser agraviado, puede ser apagado y puede ser blasfemado.


El Espíritu Santo también puede tener gozo. En Romanos 14:17 Pablo habló acerca de la “alegría en el Espíritu Santo” (énfasis añadido), aunque también se refirió al “gozo del Espíritu Santo” en 1 Tesalonicenses 1:6 (RVR 1960, énfasis añadido). Es su propio gozo. Esta alegría no es necesariamente lo que nosotros sentimos; es lo que Él siente. Y no obstante, ¡algunas veces nos invita a sentir lo que Él siente! En Hechos 2:28, es llamada “alegría”. Eso fue exactamente lo que experimenté hace unos años conduciendo mi coche; un evento al que volveré más adelante.


Por lo tanto, necesitamos aprender la diferencia entre sentirnos felices a causa de las circunstancias y sentir el mismo “gozo del Señor” (Nehemías 8:10).


Ciertamente no hay nada mal con que nos sintamos felices de que las cosas nos están saliendo bien. De hecho, hubo “gran gozo en aquella ciudad” cuando muchos de los que habían sido paralíticos fueron sanados (Hechos 8:7-8, RVR 1960). Las buenas noticias de que los gentiles se estaban convirtiendo “llenaron de alegría” a los discípulos (Hechos 15:3). Pero el más alto nivel de gozo en este planeta es cuando se nos permite experimentar el mismo gozo del Espíritu: sentir lo que Él siente. Pedro señaló que sus lectores no habían visto a Jesús mismo, pero que no obstante lo experimentaban. “Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso” (1 Pedro 1:8). Porque cuando la persona del Espíritu Santo nos permite sentir su gozo, es verdaderamente “indescriptible”.


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