¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y
Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas
tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu
amparo; escucha la oración que con filial confianza
te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús,
único redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y
silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los
pecadores, te consagramos en este día todos nuestro ser
y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra
vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras
enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros
pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo
ponemos bajo tu cuidado, Señora y madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo
el camino de una plena fidelidad a Jesucristo
en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.
Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas,
te pedimos por todos los obispos,
para que conduzcan a los fieles por senderos
de intensa vida cristiana, de amor
y de humilde servicio a Dios y a las almas.
Contempla esta inmensa mies, e intercede para
que el Señor infunda hambre de santidad en todo
el Pueblo de Dios, y otorga abundantes vocaciones
de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe,
y celosos dispensadores de los misterios de Dios.
Amén