DIA 36

El Espiritu Santo dirige a la gente a Jesús y lo hace real

El Espiritu Santo dirige a la gente a Jesús y lo hace real


ALGUNA VEZ HA considerado lo esencial que es la obra del Espíritu Santo en la evangelización? Cuando Jesús le dijo a Nicodemo: “Tienen que nacer de nuevo”, de inmediato añadió algo acerca del Espíritu Santo: “El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu” (Juan 3:7-8). Jesús está diciendo que cada conversión es una obra de gracia soberana del Espíritu Santo. Así como fuimos pasivos en nuestro nacimiento natural, también lo somos cuando nacemos del Espíritu Santo. Es lo que el Espíritu Santo hace. ¿Esto le sorprende? Santiago dijo: “Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación” (Santiago 1:18). Esto significa que ninguna conversión es un accidente. Nuestro nacimiento natural no fue un accidente. Dios nos da a cada uno vida y aliento. “De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios” (Hechos 17:26). Dios escogió cuando y dónde naceríamos. ¿Por qué? “Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros” (v. 27). Nacemos “muertos” en nuestras transgresiones y pecados “pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!” (Efesios 2:1, 4-5). Esto significa que no podemos tomar el crédito por ser salvos. “¿Dónde, pues, está la jactancia?”, pregunta Pablo, quien entonces responde: “Queda excluida” (Romanos 3:27). Es lo que el Espíritu Santo hace. No es por obras para que nadie se jacte (Efesios 2:9). Vimos anteriormente que Jesús dijo del Espíritu Santo: “Él testificará acerca de mí” (Juan 15:26). ¿Qué hace que la gente quiera volverse a Jesús? El Espíritu Santo. ¿Qué hace que Jesús sea real? El Espíritu Santo. ¿Quién hace lo que Él hizo por nosotros—morir en la cruz y ser resucitado de la muerte—real? El Espíritu Santo.


Por eso Jesús dijo: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final” (Juan 6:44). Todos nacimos “muertos”: “muertos en sus transgresiones y pecados” (Efesios 2:1). ¿Puede un muerto hablar? ¿Puede un muerto escuchar? ¿Puede un muerto moverse? ¿Puede un muerto tomar una decisión? La afirmación de Jesús en Juan 6:44 vino en medio de lo que los maestros de la Biblia llaman: las enseñanzas duras de Jesús. Al principio de su discurso Jesús tenía unos cinco mil seguidores (v. 10). Al final: “Desde entonces muchos de sus discípulos le volvieron la espalda y ya no andaban con él” (v. 66). Jesús continuó con sus varios dichos difíciles: “El Espíritu da vida; la carne no vale para nada . . . Por esto les dije que nadie puede venir a mí, a menos que se lo haya concedido el Padre” (vv. 63, 65). ¿Cuál es el objetivo del testimonio del Espíritu Santo? Jesucristo. El Espíritu Santo dirige a la gente a Jesús. “Él testificará acerca de mí”. Es el Espíritu quien hace que la gente vea por qué Jesús murió y resucitó. Recuerde que los Once (ahora que Judas Iscariote había quedado fuera de escena) no sabían por qué Jesús murió o resucitó incluso después de que vieron su cuerpo resucitado. No fue sino hasta que el Espíritu Santo cayó sobre ellos el Día de Pentecostés que entendieron todo. En cierta ocasión Charles Spurgeon contó cómo se había convertido. Preguntó: “¿Por qué soy cristiano?”. Concluyó: Fue porque escuché el evangelio. “Pero—preguntó—, ¿por qué lo creí?”. Entonces, como un relámpago: “Vi que Dios estaba al fondo de todo ello”; dijo deberle su salvación solo a la pura gracia. ¡El Dr. Lloyd-Jones solía decir que un cristiano es una persona que se sorprende de ser cristiana!


Fui invitado a conocer a la ya fallecida Margaret Thatcher cuando era primera ministra de Gran Bretaña. Se me dieron varios minutos de tiempo privado con ella justo antes de dar la invocación en una convención de abogados en Royal Albert Hall. Pero quién lo iba a decir, ¿quién estaría esperando conocerla, solamente para estrechar su mano? El juez presidente de la Suprema Corte, Warren Burger; el vicepresidente, Walter Mondale; y el embajador estadounidense a St. James Court. Entonces se anunció que habría una fotografía de estos dignatarios con la primera ministra. En ese punto di un paso atrás para observar. “Venga acá, Dr. Kendall; usted debe aparecer en esta fotografía”, se me dijo. Caminé hacia allá con mucha inseguridad para ser incluido y ser fotografiado con estas personas importantes. Me sentí como un fraude. Yo no merecía estar allí ni por un segundo. Pero fui invitado, y acepté la invitación.


Cuando lleguemos al cielo, todos tendremos esto en común: no nos mereceremos estar allí. Pero fuimos invitados, y aceptamos la invitación. Martín Lutero dijo que esperaba tres sorpresas en el cielo: (1) que estarán presentes los que él no esperaría estuvieran allí, (2) que faltarán los que él esperaba estuvieran allí, y (3) ¡que él mismo estaría allí!


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