DIA 34

El Espiritu Santo da poder

El Espiritu Santo da poder


EN ESTE LIBRO hemos visto que Dios es omnipresente (presente en todas partes) y omnisciente (todo lo sabe). El Espíritu Santo también es omnipotente: todopoderoso. Después de todo, cuando uno considera que el Espíritu Santo participó en la Creación, eso es prueba de su poder. Fue el Espíritu Santo quien dividió el mar Rojo cuando los israelitas lo cruzaron. Fue el Espíritu Santo quien hizo que cayera fuego sobre el monte Carmelo. Fue el Espíritu Santo quien facultó a Elías y Eliseo a resucitar personas. Fue el Espíritu Santo quien convirtió a tres mil personas el Día de Pentecostés. Fue el Espíritu Santo quien hizo que el lugar temblara cuando los discípulos oraron (Hechos 4:31). Momentos antes de que Jesús ascendiera al cielo, dijo (probablemente sus palabras finales en esta Tierra): “Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:8). No creo que esta promesa acerca del Espíritu les interesara a los discípulos tanto como debería. Tenían algo más en su mente. Ellos realmente querían saber si Jesús por fin restauraría el reino a Israel (v. 6). Jesús evadió la pregunta y les prometió que vendría poder cuando el Espíritu viniera sobre ellos. Esta promesa fue cumplida el Día de Pentecostés.


El poder del Espíritu Santo fue experimentado básicamente en tres áreas.


Primero, vino una demostración de poder sobrenatural; lo cual desafió una explicación natural. Tiene razón en que no se necesitaba un alto nivel de fe para lo que vieron, escucharon y sintieron. Lo escucharon con sus oídos, lo vieron con sus ojos y lo sintieron en su cuerpo. ¡Aunque Jesús dijo que el Reino de Dios no sería visible (significando un gobierno terrenal), irónicamente las evidencias iniciales del Espíritu Santo eran físicas! La primera sensación fue escuchar. De pronto vino del cielo un ruido como de una “violenta ráfaga de viento”. A los 120 discípulos que estaban sentados (no estaban de pie, ni arrodillados) dentro de la casa les dio poder para escuchar y ver lo que no tenía precedente en la historia de Israel. ¡Se miraron entre sí y vieron “lenguas como de fuego” que se posaron sobre la cabeza de cada uno! Era una exhibición visible de fuego santo. Esto vino con que fueran “llenos del Espíritu Santo”. Comenzaron a hablar “en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:1-4, RVR 1960). Aunque Marcos 16:17 [un pasaje en disputa por parte de algunos eruditos, ya que no estaba aparentemente en los manuscritos más antiguos que tenemos] indicaba que los seguidores de Jesús hablarían en “nuevas lenguas”, no creo que los 120 discípulos hubieran estado preparados para esto. Fueron facultados para hacerlo a medida que el Espíritu “les daba que hablasen”. Ellos no lo inventaron. Las lenguas del Día de Pentecostés fueron idiomas reconocibles. La multitud que se había reunido escuchaba a cada uno hablando “en su propio idioma” (Hechos 2:6). Segundo, se les dio poder interno para comprender lo que previamente había sido oscuro o misterioso. No fue sino hasta que vino el Espíritu Santo sobre ellos que los discípulos llegaron a ver el propósito real de que Jesús viniera a la Tierra.


Ahora entendieron que (1) la venida del Espíritu era un cumplimiento de Joel (Joel 2:28-32); (2) la muerte de Jesús en la cruz no fue un accidente sino que así fue diseñado para nuestra salvación; (3) su resurrección demostraba quién era Jesús: que era el Hijo de Dios; (4) Jesús ahora estaba a la diestra de Dios; (5) que la ascensión sucedió para abrir camino al Espíritu Santo; (6) la gente necesitaba ser perdonada de sus pecados; y (7) todos los que escucharon el sermón de Pedro serían perdonados y podrían recibir el Espíritu Santo si se arrepentían y eran bautizados (Hechos 2:14-39). Todo cayó en su lugar para Pedro y todos los que habían sido llenos del Espíritu. Tercero, este poder significaba poder para testificar. Hechos 1:8 conecta dos cosas, haciéndolas virtualmente inseparables: el poder y testificar. El poder no era solamente para su disfrute; aunque seguramente fue emocionante para ellos.


Fue lo que facultó a Pedro para confrontar a miles de judíos con absoluta temeridad. El mismo Pedro quien cobardemente negó conocer a Jesús delante de una sierva galilea solamente unas semanas antes ahora les estaba diciendo a los poderosos judíos de la época lo que necesitaban hacer ellos. De hecho, la predicación de Pedro fue tan eficaz que los que lo escucharon estaban “profundamente conmovidos”—algo que el Espíritu Santo solamente podía hacer—y preguntaron: “¿Qué debemos hacer?” (Hechos 2:37). Al principio se burlaban, descartando que los 120 estuvieran llenos del Espíritu como si hubieran estado “borrachos” (v. 13). Personalmente dudo que se estuvieran burlando de ellos por las lenguas, ya que escuchar lo que se estaba diciendo y entenderlo en su propio idioma habría sido aleccionador para ellos. Cuando lleguemos al cielo y veamos un DVD de todo el episodio predigo que veremos que muchos de esos discípulos llenos del Espíritu estarán riéndose a carcajadas con gozo extremo. ¡Pero después de escuchar a Pedro, los que se habían burlado ahora estaban rogando saber qué hacer! La explicación: poder, una energía sobrenatural que desafía la explicación natural. Pablo dijo que el Reino de Dios no consiste en palabras sino en “poder” (1 Corintios 4:20). No tengo duda de que el poder del Espíritu Santo es relevante y disponible no solamente para iluminación y testificar, sino para vivir de manera santa y otras demostraciones de lo sobrenatural.


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